La Estela de los Buitres es un grabado sumerio que representa a una
falange que desfila victoriosa sobre un suelo atestado de los cadáveres de los
soldados vencidos a los que acuden los perros y los buitres. Soldados que
tuvieron la oportunidad de defenderse ante el empuje de los vencidos.
A la estela de los buitres que los asesinos de ETA han
acudido muchos perros y muchos buitres. Perros y buitres que han querido hacer
desaparecer a los fenecidos vilmente asesinados y, de este abyecto e infame
modo, sacar réditos y presentarse así ante los desmemoriados como honestas personas y de buena fe. Buena fe que
les desbrozará el camino del poder y de los intereses particulares y los de
unos pocos, cambiando al perro de collar. Collar que ahoga subrepticiamente la
vida de personas comunes, de honor y de paz, a las que les falta el aire. Un
aire ponzoñoso y contaminado de palabras, gestos y acciones que nos hacen
retrotraernos a pretéritos tiempos en los que tronaban los cañones. Cañones de
pólvora mojada, salvo los suyos. Suyos han sido los que con palabras embaucadoras
y aprovechándose de la lógica indignación han acercado su sardina al ascua.
Ascua que no se apagará en el corazón de los padres, mujeres, hijos y hermanos
de todos aquellos que murieron asesinados, y que, al contrario que los soldados
defenestrados en la Estela de los Buitres,
no tuvieron la oportunidad de defenderse.
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