viernes, 1 de agosto de 2014

Subversivo

            Moratalaz no es el barrio donde las musas precisamente campen a sus anchas, o eso es lo que se suele creer; pero, como bien es sabido, estas deidades lo reciben a uno donde menos se lo espera: en un bar de dicho barrio charlando con un buen amigo. En esta conversación me comentó que a él lo que le parecía realmente subversivo no eran las algaradas callejeras, sino lo que decía un poema de Pierre Paolo Pasolini que ensalzaba la figura de los policías parisinos frente a los desaforados, luego atemperados, manifestantes de mayo del sesenta y ocho.
            Este comentario de mi amigo desató en mi interior una marea de ideas de lo que es subversivo y de lo que no lo es, o de lo que creemos que es subversivo y, efectivamente, en su momento lo fue pero ahora no lo es, aunque lo parezca.
            Bien es sabido que la vestimenta ha sido siempre utilizada como expresión de rebeldía o descontento por diversas corrientes sociopolíticas, tanto en jóvenes como en no tan jóvenes. Muchos cambios de actitud se basaron en cambios a la hora de vestir. Y al hilo de esto me hice algunas preguntas: ¿Es revolucionario que las mujeres vistan pantalón o los hombres vistan vaqueros? En su momento lo fue, pero ahora lo rebelde sería vestir con falda las mujeres y de traje los hombres, ya que la popularización de dichas prendas les ha hecho perder su carácter subversivo: todo el mundo las viste, desde los infantes lactantes hasta los octogenarios que pasan sus vacaciones en Benidorm  en el mes de noviembre. Se ha implantado la tiranía de los pantalones vaqueros, y esto ha convertido en subversivo la corbata o la falda, que aparecen como opuestos a estas prendas tan aceptadas.
           
        Pero de estas cosas, en apariencia superficiales, mi pensamiento fue divagando a materias con más peso específico, con algo más de enjundia que la vestimenta. Y me pregunté si hoy era subversivo protestar como un iracundo, vociferando a diestro y siniestro, arrojando adoquines a la Policía sin buscar debajo la arena de la playa e incendiar contenedores que obstruyan calles transitadas por horrorizados ciudadanos. Las respuesta es sí, si tenemos en cuenta que se intenta de este modo subvertir (trastornar, revolver, destruir) el Orden Público y la Paz Social. Pero mucho más revolucionario, y a la par más efectivo, que todo esto es preparar el futuro, y de este modo cambiarlo, estudiando, trabajando y emprendiendo proyectos con titánico esfuerzo, que es como se consiguen las cosas. De poco sirve apedrear los vehículos de la Policía o incendiar el mobiliario urbano (que luego hay que sustituir y reparar con el dinero de todos y cada uno de los ciudadanos que abonan sus impuestos religiosamente) si luego regresamos a nuestro hogar, nos apropiamos del mando a distancia, nos arrellanamos – cuando no nos tiramos directamente- en el sofá y deglutimos estiércol a zapadas. O nos dedicamos a  consumir sustancias espiritosas con el único objetivo de conseguir el placer de la risa, que ya bastantes atribulados se encuentran los desamparados.

Y así pensamos que cambiamos el mundo.            
    Pero más se consigue preparándose concienzudamente para lograr los objetivos personales y así, desde el púlpito desde el que se consiguen cambiar las cosas, intentar luchar con nuestros conocimientos para cambiarlas: Se necesitan científicos capaces de cambiar conceptos y situaciones con sus capacidades; se necesitan maestros que ilustren a nuestros niños para ser adultos libres y capaces de elegir; estamos necesitados de repúblicos capaces de liderar los cambios indispensables para que la sociedad prospere, etc.
            A día de hoy, es subversivo ser culto, ya que con ello el hombre se hace libre, se hace crítico por pensar por sí mismo, y eso provoca que se convierta en un ser incómodo (¿subversivo?) para el propietario del poder que ve cuestionados, de esta manera, sus dogmas. Para este último –o mejor dicho, para estos últimos, pues muchos son- es mejor que la educación de calidad y la Cultura (sí, con mayúsculas) no lleguen al pueblo, así éste continúa sobreviviendo a base de tópicos, sin libertad, y puede ser manejado al antojo de los patricios políticos. Y cuando me refiero a culto no me refiero a quien ha leído algunos libros en lo que nos dicen lo que queremos oír, sino que también ha leído muchos libros en los que se nos dice lo que no queremos oír; y ha leído y escuchado a los clásicos y a los que no lo son; y se ha comprometido consigo a adquirir conocimientos que le hagan ser más feliz o más infeliz, pero, seguro, que le harán más libre.
          
  En definitiva, hoy no es subversivo pertenecer o seguir los pasos de esa inmensa mayoría con vocación de “minoría”. Hoy, por contra, es subversivo hablar de usted al respetable – de tú perdería tal condición-; hoy es subversivo llamar a las cosas por su nombre, no buscando eufemismos que son aún más despectivos y dolorosos, así como sorteadores de la verdad; hoy es subversivo pensar – de manera real y pura, sin ficciones de cara a la galería- en los demás y preocuparse de su bienestar incluso por encima de de uno mismo; hoy es subversivo combatir el sectarismo y la hipocresía que inunda todos y cada uno de los ámbitos sociales que configuran nuestro país.

            Hoy, como siempre, es subversivo nadar a contracorriente.

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