Hace años, cuando el hombre en frenética carrera se alejaba más y más de la Naturaleza , algunos visionarios ilustrados creyeron que la creación de Parques Nacionales se convertiría en la salvación de aquellos espacios que, bien por su paisaje, bien por la riqueza de su fauna y su flora, deberían ser protegidos de la nefanda mano del hombre moderno. De esta guisa nació en España el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga y tras éste, a lo largo de un siglo, el resto de los Parques Nacionales españoles. Estos lugares de inefable belleza se convirtieron en lugares de culto y peregrinación para los científicos y para los amantes de la Naturaleza y del aire libre. Con posterioridad, se crearon diferentes figuras de protección de la Naturaleza ya que los Parques Nacionales no podían abarcar la totalidad de los lugares de extrema belleza e importancia natural existentes en nuestro país.
Con el traspaso de las competencias ambientales desde el Gobierno central a las Comunidades Autónomas, la planificación y las estrategias de gestión de los espacios protegidos varió de manera notable: Se han puesto infinidad de puertas al campo. Cada consejero de Medio Ambiente de turno defiende lo suyo como el perro defiende su hueso ante otros perros, siendo este hueso el hueso de sus intereses particulares o partidistas, no el hueso de la conservación de la Naturaleza , que es la que siempre pierde. De este modo, los Parques Nacionales con territorios en varias Comunidades Autónomas, y, para más inri, si son gobernadas por partidos diferentes y opuestos, se convierten más que en territorios de protección de la Naturaleza en territorios de confrontación política. De este mismo modo, se ven retrasados proyectos de declaración de Parques Nacionales porque, por desgracia, su suelo es propiedad de diferentes Autonomías; suelos que se encuentran en serio peligro debido a la despiadada e irracional avaricia humana, debido al carente interés que la Naturaleza y, por ende, la vida suscita en las mentes de los políticos, debido al desapego que éstos sienten por estos territorios y los habitantes que albergan.
Aunque la Naturaleza no entiende de fronteras y los buitres, los lobos, las mariposas y las jinetas las franquean una y otra vez, desconociendo si se encuentran en un lugar protegido o en otra comunidad autónoma, el hombre continúa contumaz en fragmentar la Naturaleza , en dividir los prados, las montañas, los bosques y, ni que decir tiene, las aguas que llevan nuestros ríos. Y el que divide vence. Pero es una victoria efímera porque si derrotamos y aniquilamos a la Naturaleza nos derrotamos y nos aniquilamos a nosotros mismos, ya que somos parte integrante de Ella, aunque, a menudo, esto lo olvidemos, creyéndonos seres superiores.
Por estos motivos y bajo la modesta opinión de quien esto escribe, los Parques Nacionales y la Naturaleza en general deben ser gestionados al unísono, con una estrategia definida y común, desde un único centro de decisiones, evitando fragmentar en lo posible los territorios de una zona protegida. Así las decisiones de la declaración o no de nuevos Parques Nacionales o cualquier otro espacio protegido deben ser tomadas desde esa estrategia común y única para eludir los intereses políticos de unos y otros, fomentando el bien de la Naturaleza que es de lo que se trata.
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