martes, 9 de agosto de 2011

La pira de libros

            Con los calores del estío y la visita al lugar de mis ancestros afloran en mi mente y en mi ser una serie de recuerdos infantiles que hacen esbozar una sonrisa en mi rostro. Todos estos recuerdos han modelado mi forma de ser, de ver la vida, de relacionarme con los demás y con el mundo que me rodea, incluso de crearme ese universo intimista en el que navego a la deriva de mis ensoñaciones y pensamientos.
            Uno de los más gratos de esos recuerdos es el ir en pantalones cortos a la biblioteca de mi pueblo a tomar prestados los cuentos de Asterix y Tintín que ilustraban las tediosas horas de la siesta de la canícula extremeña. Aunque más que una biblioteca era un almacén de libros, con una mesa pequeña en el centro y unas estanterías hasta el techo repletas de libros de diferente tapa y pelaje. No había mesas para sentarse a disfrutar del roce de las hojas en la piel.
 La biblioteca sólo abría una hora al día y era regida por Isaac, un hombre que, como nosotros, también vestía pantalones cortos; de hecho, aún los usa. En esta hora bendita acudíamos en tropel los niños del pueblo a tomar prestados los libros que, más tarde, nos trasladarían a mundos imaginarios llenos de aventuras y desventuras, de lances y desenlaces… Siempre guiados por la perspicacia del bibliotecario que nos recomendaba los libros que más nos podían gustar o que eran más apropiados para nosotros:
- Tú Luis, no te lleves ese libro de pájaros que con lo que aprendes vas a los nidos y coges los pollos- decía con mal ojo el bibliotecario a un futuro biólogo. Por supuesto, no siempre acertaba.
Esta fue la primera biblioteca que visité y de la que hice uso. Esta fue la biblioteca que me inoculó el virus del bibliófilo, seguramente a través de ese olor penetrante de los libros viejos, de las tapas encueradas; ese olor que por mi pituitaria llegó a mi corazón donde se instaló a vivir para siempre. Desde entonces no ha pasado un día de mi vida sin que haya abierto un libro, sin que mis ojos, de izquierda a derecha, hayan interpretado las manchas de tinta que configuran las letras, sin que mi dedo índice derecho haya buscado a tientas la esquina de la página para pasarla y continuar leyendo.
Tiempo después, aquellos libros de cuero situados en las estanterías más altas, libros en los cuales los niños no reparábamos, buscando las aventuras del Capitán Trueno o de los Cinco, sucumbieron al mal del Ama, de la Sobrina, del Cura y del Barbero; el mal de los extremismos y de la más absoluta ignorancia: Aquellos libros ardieron. Y no fue un incendio fortuito provocado por un cortocircuito, fue un incendio provocado por la más absoluta de las infamias: la incultura de una de las supuestas próceres nombradas por el pueblo. Libros de incalculable valor histórico, sentimental e incluso económico fenecieron deshonrosamente debido a la ineptitud de una persona que ocupaba el cargo que precisamente debería haberlos protegido como parte de la cultura local; un cargo que debería haber ocupado una persona con un mínimo de cultura - estamos hablando de la Concejalía de Cultura- que por lo menos hubiese sabido que los libros antiguos tienen mucho más valor, de todo tipo, que los libros producidos en serie y, por supuesto, sin desmerecer a éstos.
Estos cargos de enorme responsabilidad que sí necesitan  formación y/o estudios y que, sin embargo, son ocupados por personas que carecen de ello por el mero hecho de portar en la cartera el carné de tal o cual partido político, deberían ser ocupados por personas competentes y que fueran responsables de los actos que en su ejercicio tuvieran que hacer. Actos que pueden implicar, como es el caso, una pérdida irreparable en la cultura e historia del lugar, privándonos a la gente que queremos saber de dónde venimos y qué hechos nos han configurado como sociedad del derecho a poder consultar y leer nuestra historia a través de esos libros que eran patrimonio de todos.

P.S.- A pesar de la errata en el título del artículo del enlace, no sé qué pinta ahí Alianza Popular si la munícipe era del PSOE, se adjunta para ampliar información sobre aquellos deleznables hechos.

Fotos extraídas de internet. Muchas gracias a los autores de las mismas.

1 comentario:

  1. ¿Qué se puede decir?

    Entrañable el comienzo del relato y sorprendente (como mínimo) su final...

    Me parece indignante que todavía quede gente con la ignorancia necesaria para quemar un libro... (aunque fuera hace una década).

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