domingo, 30 de octubre de 2011

La caldera de los guarros

      Extremadura siempre ha sido la gran olvidada de entre las diferentes y diversas regiones que forman el conglomerado español; llegando al punto de que algunos de sus emigrantes a las grandes e industrializadas urbes intentaban hacer olvidar sus raíces, para no parecer un “paleto  y, de este modo, sentirse más madrileño, más barcelonés o más bilbaíno que los propios de tales ciudades. No es el caso de mi familia que siempre nos han inculcado los valores de nuestros orígenes, el amor a la tierra de donde venimos y a las costumbres ancestrales que nos han moldeado. Gracias a Dios, a día de hoy Extremadura es un valor en alza, es un paraíso natural redescubierto por los urbanitas ávidos de Naturaleza, Historia y de la vida tranquila y sosegada que se respira en sus pueblos y ciudades.
            Y de esa Extremadura que de chico viví me viene un grato recuerdo que da título a este humilde escrito: la caldera de los guarros. Y muchos se preguntarán qué es eso de la caldera de los guarros. Y ante esta pregunta yo les contesto que es el origen de lo que hoy llamamos RECICLAJE.
- Pero por Dios- algunos me dirán-, no me diga usted que en Extremadura se inventó el reciclaje, con todo el dinero que esto ha dado a empresas e incluso a organizaciones mafiosas.
            Pues no creo que se haya inventado en Extremadura, pero sí estoy seguro que es un invento del denostado mundo rural. Y sin más preámbulos ni divagaciones paso a explicarles el extraño caso de “la caldera de los guarros”: Durante mi infancia, en las visitas a casa de mis abuelos en el pueblo, aprendí que las basuras se separaban, unas iban a la caldera normal, que luego recogía mi tío con un carro tirado por una yegua parda y que iban a parar al vertedero municipal, y otra basura iba a parar a la caldera de los guarros,  donde se depositaban los restos orgánicos tales como cáscaras de sandías, mondas de naranjas, pieles de manzanas o escurridizas cáscaras de plátanos; pero no sólo se echaban restos vegetales, también caían algunos restos de animales, salvo los huesos que esos eran para los perros. De este modo se separaban las basuras, se reducían notablemente la cantidad de desperdicios y, por otro lado y tal vez el más importante, se daba de comer a los cerdos que en invierno, tras la festividad de la matanza, llenaban de chorizos, lomos y patateras las despensas del pueblo y de buena parte de Madrid, Barcelona y Bilbao. Y no sólo hablo de cuando en la casa se tenían guarros, ya que cuando no se tenían porque la vejez hacía mella en las personas, se guardaban para el vecino de turno que después de la matanza siempre regalaba algún chorizo a quien le había estado guardando tan preciado ágape para sus cochinos.
            Ni que decir tiene que en el mundo rural todo se reutilizaba: lo que no servía para el ganado, servía para el huerto. Aquellas viejas latas con las que mi abuelo llenaba los pesebres de las vacas no se idearon para este fin, ya que anteriormente fueron latas de atún en aceite que mi abuela vendía a granel. Y aquellos cubos de lata que ahora hacían crecer en su interior un limonero habían contenido aceitunas guisadas que igualmente mi abuela vendía a granel. Y cuando ya se tenía todo eso y no hacían falta más, se daba a los vecinos que les hacía falta. Por otra parte, el papel servía para envolver todo tipo de cosas o se utilizaba a modo de horma, evitando así que los zapatos cogieran forma cuando eran guardados.
            Posteriormente, ecologistas, conservacionistas y poderes públicos nos intentaron mentalizar de la importancia de reciclar y reutilizar; otros, más oportunistas, se han hecho de oro con tan pingüe negocio y, sin embargo, los verdaderos inventores de todo esto, las gentes del mundo rural español, no han cobrado ni un ápice por derechos de autor y, por el contrario, han ido observando como su mundo poco a poco se va al garete.

lunes, 24 de octubre de 2011

Rayos caóticos

La televisión es un medio de comunicación con una garra y una fuerza imponente. Es capaz de movilizar e inmovilizar a la vez a grandes masas de población, que plácidamente sentadas en su sofá fagocitan todo lo que les muestren los rayos catódicos. Pero también es un medio que nos aísla de nuestros congéneres que están arrellanados junto a nosotros; un medio que ha extinguido las conversaciones de sobremesa, que ha sustituido el calor del hogar donde se narraban historias familiares de aquellos bisabuelos que lucharon en Cuba o de aquellos abuelos que en el año del hambre comían bellotas para no fenecer.
Quiero imaginar que en un principio, cuando este medio era incipiente, los prohombres de esta España nuestra vieron un medio eficaz para extender la cultura y el pensamiento en el pueblo. Quiero imaginar que los grandes historiadores pensaron que a través de esa caja de madera que emitía imágenes se podía mostrar las grandes obras arquitectónicas medievales, se podían recrear las grandes batallas navales, se podían ilustrar los grandes momentos y las terribles vicisitudes por las que la Historia nos ha hecho pasar. Quiero imaginar a los grandes divulgadores científicos, éstos con más suerte que los anteriores, soñando con producir programas que nos acercaran a los astros, a los grandes fenómenos de la Naturaleza como terremotos o erupciones volcánicas, a la etología de los animales fieros y salvajes. Quiero imaginar a los grandes literatos anhelar una programación en la que ubicar al Mío Cid y su camino, en la que el teatro pudiera llegar a la gente, como una vez lo intentó Federico García Lorca,  pero esta vez sin tener la necesidad de salir de casa; en la que las grandes obras literarias accedieran a las casas españolas y la gente se animara a leer. Quiero imaginar que existía una vocación de Servicio Público entre la gente que creó la televisión.
Por suerte o por desgracia, no viví aquellos tiempos que pudieron ser revolucionarios o, tal vez, evolucionarios y, es por ello, por lo que quiero imaginar. Los grandes prohombres erraron en sus ensoñaciones y aspiraciones de culturizar a las masas sedentes. Hoy la televisión ha dejado de ser un ente público para convertirse en un ente impúdico. Pero a raíz de esto surgen las preguntas: ¿Cómo se desvirtuó ese uso de culturización de este potente medio de comunicación? ¿Quizá fue por parte de los magnates televisivos o por la querencia del pueblo a fagocitar asuntos de fácil digestión sin preocuparse lo más mínimo por los grandes hechos que nos rodean o que en algún momento nos han rodeado? ¿O tal vez, los prebostes políticos forzaron a los magnates televisivos al observar que el nuevo medio era un terrible y poderoso arma de adormecimiento, adoctrinamiento y manipulación? No tengo respuestas.
Lo que sí se sabe es que ahora la cultura ha quedado relegada a cadenas muy específicas de pago o a la microreserva en que se ha convertido la 2. De las cadenas privadas directamente nunca se ha incluido este tipo de programación en sus parrillas: no venden. El público prefiere escuchar sandeces de personas que hablan mucho con palabras vacuas sin decir absolutamente nada, inventándose además términos que desvirtúan el idioma castellano. Y, de este modo, también se ha desvirtuado un medio de comunicación potente y eficaz, convirtiéndolo en un contenedor de hedionda basura imposible de reciclar y, a las alturas que estamos, imposible de reestructurar o de dotarlo de una programación de contenido sustancioso.

jueves, 13 de octubre de 2011

Naturaleza fragmentada

            Hace años, cuando el hombre en frenética carrera se alejaba más y más de la Naturaleza, algunos visionarios ilustrados creyeron que la creación de Parques Nacionales se convertiría en la salvación de aquellos espacios que, bien por su paisaje, bien por la riqueza de su fauna y su flora, deberían ser protegidos de la nefanda mano del  hombre moderno. De esta guisa nació en España el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga y tras éste, a lo largo de un siglo, el resto de los Parques Nacionales españoles. Estos lugares de inefable belleza se convirtieron en lugares de culto y peregrinación para los científicos y para los amantes de la Naturaleza y del aire libre. Con posterioridad, se crearon diferentes figuras de protección de la Naturaleza ya que los Parques Nacionales no podían abarcar la totalidad de los lugares de extrema belleza e importancia natural existentes en nuestro país.
            Con el traspaso de las competencias ambientales desde el Gobierno central a las Comunidades Autónomas, la planificación y las estrategias de gestión de los espacios protegidos varió de manera notable: Se han puesto infinidad de puertas al campo. Cada consejero de Medio Ambiente de turno defiende lo suyo como el perro defiende su hueso ante otros perros, siendo este hueso el hueso de sus intereses particulares o partidistas, no el hueso de la conservación de la Naturaleza, que es la que siempre pierde. De este modo, los Parques Nacionales con territorios en varias Comunidades Autónomas, y, para más inri, si son gobernadas por partidos diferentes y opuestos,  se convierten más que en territorios de protección de la Naturaleza en territorios de confrontación política. De este mismo modo, se ven retrasados proyectos de declaración de Parques Nacionales porque, por desgracia, su suelo es propiedad de diferentes Autonomías; suelos que se encuentran en serio peligro debido a la despiadada e irracional avaricia humana, debido al carente interés que la Naturaleza y, por ende, la vida suscita en las mentes de los políticos, debido al desapego que éstos sienten por estos territorios y los  habitantes que albergan.
            Aunque la Naturaleza no entiende de fronteras y los buitres, los lobos, las mariposas y las jinetas las franquean una y otra vez, desconociendo si se encuentran en un lugar protegido o en otra comunidad autónoma, el hombre continúa contumaz en fragmentar la Naturaleza, en dividir los prados, las montañas, los bosques y, ni que decir tiene, las aguas que llevan nuestros ríos. Y el que divide vence. Pero es una victoria efímera porque si derrotamos y aniquilamos a la Naturaleza nos derrotamos y nos aniquilamos a nosotros mismos, ya que somos parte integrante de Ella, aunque, a menudo, esto lo olvidemos, creyéndonos seres superiores.
Por estos motivos y bajo la modesta opinión de quien esto escribe, los Parques Nacionales y la Naturaleza en general deben ser gestionados al unísono, con una estrategia definida y común, desde un único centro de decisiones, evitando fragmentar en lo posible los territorios de una zona protegida. Así las decisiones de la declaración o no de nuevos Parques Nacionales o cualquier otro espacio protegido deben ser tomadas desde esa estrategia común y única para eludir los intereses políticos de unos y otros, fomentando el bien de la Naturaleza que es de lo que se trata.

domingo, 2 de octubre de 2011

Las palabras de Félix

            Hace más de treinta años, cuando la televisión era un ente que aportaba más calidad que cantidad – sólo había dos canales-, unas imágenes y una voz nos cautivaban y nos mantenían frente al televisor con los ojos abiertos de para en par: Animales de porte grandioso se mostraban ante la cámara en sus más comunes y corrientes actividades diarias: cazando, cuidando a sus pequeñuelos, desarrollando sus habilidades en entretenidos juegos, soleándose ante el gran astro o cortando su silueta ante el resol del sol en la luna, etc; bosques mediterráneos y vertiginosos cortados rocosos enmarcaban la vida animal expuestos como cuadros paisajistas repletos de detalles geológicos y florísticos. Y en medio de todo esto la presencia del hombre; del hombre y del verbo, narrando las historias de la vida y de la muerte.
            La presencia de Félix en cada documental era arrolladora, imponente e hipnotizadora; pero más que su presencia, su peculiar voz y su especial forma de narrar los avatares de la vida animal nos trasladaban a aquellos páramos castellanos, a aquellas sierras de verdes pinares y verticales cortados, a aquellos ríos vivos y coleando… Realmente estábamos allí junto a la nutria y al martín pescador, junto al buitre negro y al águila real, junto al lobo y al pastor, y aprendíamos de su vida y sus costumbres en primera persona cautivados por la voz del maestro, por las imágenes de los paisajes y de los animales.
            Pero aparte de la presencia y de la impetuosa voz, nos cautivaban sus palabras; palabras poco usadas, nada frecuentes, pero vivas, muy vivas y bellas, muy bellas. Palabras que con la entonación que Félix las imprimía, se convertían en palabras mágicas, esclarecedoras. Palabras como esbardo, raposo, montaraz, recio, cetrería y un largo etcétera, fueron talladas a fuego en nuestros vocabularios infantiles y, por ende, en nuestros vocabularios adultos y en nuestras vidas. ¿Y quién no pronuncia estas palabras y no recuerda al gran maestro, a uno de los grandes culpables de que seamos como somos? ¿Y quién de nosotros al pronunciar o escuchar uno de esos imperecederos términos no da las gracias a ese gran naturalista y comunicador?
Esas palabras que hoy apenas tienen uso, porque se ha depauperado tanto el lenguaje que con mil palabras nos podemos comunicar, pero que deben ser revindicadas para una mejor comprensión de nuestro lenguaje, de nuestra forma de ver el mundo, de nuestra naturaleza, en definitiva, para una mejor interpretación de la VIDA.